jueves, 24 de marzo de 2011

La pobreza extrema en 35 mm.




"Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos"
                                                                                 John F. Kennedy
     (haz click en cada una de las fotos para verlas en alta resolución)
A mediados del año pasado Rodrigo Orellana de la Fundación A mí si me importa nos invitó a Humberto Segura y a mi a participar como fotógrafos en una exposición que consistía en retratar la pobreza más dura de nuestro país, la cual recorrió varias universidades y municipalidades de Santiago y otras regiones de Chile. La idea era visitar varios campamentos de extrema pobreza localizados en zonas periféricas del sur de Santiago con el fin de diagnosticar las necesidades más urgentes, comunicarlas a las respectivas municipalidades y conseguir fondos y redes de contacto para ayudar en lo que se pueda a los pobladores de estos campamentos.
La exposición la llamamos "Punto Ciego" porque estos campamentos son reales, existen, hay muchos de ellos, pero al parecer el resto de la sociedad no los ve, es como si fueran invisibles al transeúnte (algunos de estos campamentos se encuentran enclavados en la mitad de centros urbanos), son verdaderos Puntos Ciegos en nuestra sociedad. Sabemos que están ahí, sabemos que existen, pero en realidad hacemos vista gorda del problema. Total esto de la pobreza le ocurre a "otra gente"...

Les confieso que yo nunca había participado de algo así. La verdad es que, como muchos de ustedes, nunca había tenido ese espíritu de entrega y de altruismo que tienen las personas que se involucran en este tipo de programas o fundaciones de ayuda social, de hecho era de los que andaba siempre sospechando dobles intenciones de este tipo de fundaciones... mmmm... Para dónde irán realmente estos fondos? Qué es lo que buscarán con esta "ayuda altruista y desinteresada"? Qué ganan con todo esto??? pensaba yo...
También era de los que me encantaba opinar al respecto de la pobreza; de las cifras en Chile, de cómo estábamos en comparación con países vecinos o países desarrollados, de las razones históricas, macroeconómicas y hasta culturales de la pobreza. Claro, todo esto según lo que he leído y estudiado respecto al tema, algo así como un conocimiento "modalidad usuario", de escritorio, sin haberme nunca embarrado los zapatos en un lugar donde realmente se sintiera, respirara y viviera el tema... Así es fácil opinar no?
Por eso me llamó la atención la invitación que me hizo Rodrigo. Al margen de la razón a la cual se me había invitado (a tomar fotos para una exposición) quería acercarme y ver cómo era realmente la pobreza, pero no con un espíritu "científico" respecto a esta realidad (como una comprobación de campo o laboratorio humano) NO... Quería ver qué pasaba por la mente y el corazón de una persona que vivía en la pobreza, por qué había llegado ahí, qué pensaba de su situación, cuáles eran las "historias" que se auto-contaban respecto a su condición, cuáles eran sus frustraciones, motivaciones, sueños y aspiraciones... Lo que me encontré en estos campamentos me marcó e impactó mucho, me hizo aterrizar varios temas que tenía un poco "en el aire", me hizo valorar mucho más lo que tengo, sobre todo a mi familia y me sirvió para entender un poco más este complejo, tremendo y doloroso problema que es la pobreza.
Según la encuesta CASEN 2010, el índice de pobreza en Chile es del 15,1%, o sea existen unos 3.550.000 chilenos que viven en esta condición. Detrás de esos números hay historias de angustia, hambre, desolación, frustraciones, violencia, adicciones, delincuencia, abandono y por sobre todo de marginalidad social. Pero también hay historias de sueños, de aspiraciones, de esfuerzo, de futuro y de pequeños triunfos que van alimentando la esperanza de salir algún día de esa situación. Mi paso por los campamentos me sirvió para darme cuenta de que no todos los pobres son iguales. Es tan obvio, tan de sentido común que hasta me da un poco de vergüenza escribirlo, pero hago la acotación porque hay mucha gente que cree que todos los pobres son iguales y les dan automáticamente los rótulos de delincuentes, malas personas, poco inteligentes, deshonestos, de malas costumbres, etc, etc, etc… En las conversaciones que tuve con varios de los pobladores me pude dar cuenta que hay muchas personas que no calzan con ninguno de los adjetivos anteriores, de hecho conversé con varios pobladores que me parecieron en extremo lúcidos, inteligentes, honestos y buenas personas. Además es falso eso de que “los pobres siempre han sido pobres”. Habían algunos pobladores que en algún momento de sus vidas tuvieron un buen pasar, un trabajo, una familia, una casa y hasta un perro… pero por problemas que les puso la vida por delante y que no supieron manejar del todo bien en su momento (generalmente un quiebre familiar mezclado con alguna adicción) lo perdieron todo y terminaron en la calle.
Estas historias se suman a otras igual de tristes de personas que son segunda o tercera generación de familias que han estado en la pobreza sin poder remontar y reinsertarse en la sociedad. En fin, la pobreza tiene muchas caras y es absolutamente multifactorial. Es muy difícil determinar las razones exactas de por qué una persona o una familia puede caer en la pobreza pero si me apuran, y basándome en lo que vi en estos campamentos de extrema pobreza, los factores comunes en la mayoría de los casos tienen que ver con el poco o nulo acceso a educación, familias y entornos disfuncionales, falta de oportunidades laborales y adicciones de todo tipo, generalmente alcohol y pasta base. Como les decía anteriormente uno ve de todo en estos campamentos, me tocó conversar con gente que se veía que eran muy buenas personas, de mucho esfuerzo. También uno se encuentra que hay gente no tan buena, delincuentes incluso, que te cuentan sin ningún tapujo que la única manera que tienen de subsistir es robando… Yo escuchaba y les hacía preguntas y seguía escuchando… No estaba ahí para enjuiciarlos… Solo para escucharlos y si me lo permitían, tomarles una foto.
Dentro de un campamento de extrema pobreza hay familias completas que viven el día a día en condiciones muy deplorables pero se las arreglan para poder tener su media agua, y condiciones básicas para subsistir (la mayoría de los casos). Pero también hay otras realidades mucho más extremas dentro de los mismos campamentos...

Les quiero dejar una historia que es lejos la que más me impactó:

Miren bien por unos segundos la foto. Les presento a José de 26 y a Jessica de 29, una pareja de pobladores del Campamento J. Ochagavía en San Bernardo. La foto fue tomada el día 23 de mayo del año pasado, un día que hacía mucho frío y que estaba lloviznando, de esa llovizna que lo moja absolutamente todo.
El impacto que tuve cuando nos acercamos a ellos con Rodrigo fue de verdad indescriptible, lo sentí como un golpe en la guata, realmente no podría creer en las condiciones que vivían…
Ellos son los “marginados” dentro de este universo paralelo que es un campamento de extrema pobreza, imagínense. Ellos son los más pobres y relegados dentro de los pobres. De verdad me cuesta explicarles con palabras lo que vi ese día…
Ambos adictos a la pasta base, habían postulado en dos ocasiones anteriores a través de la municipalidad a una media agua. En las dos ocasiones les habían entregado su media agua, pero al parecer la adicción fue más fuerte que el deseo de formar una familia y surgir.
Las dos media aguas las vendieron para comprar pasta base y al final quedaron viviendo en un basural que circundaba al campamento y se instalaron debajo de unas lonas de plástico que pusieron entre unos bloques de cemento que alguien botó en el basural.
La imagen era francamente conmovedora, de hecho esta es la única foto que les tomé, quizás por pudor o por el impacto que me provocaba la escena. Simplemente no pude seguir tomando fotos.
Nos acercamos muy amistosamente (y con mucho cuidado también) y les explicamos de donde veníamos y por qué estábamos ahí. Nos contaron que Jessica además estaba con un cáncer terminal y estaba con muchos dolores. Por falta de dinero para locomoción y medicamentos básicos, ella había decidido dejar su tratamiento y esperar que pasara lo peor. Por mientras estaba la mayor parte del día drogada para poder mitigar en algo los dolores que sufría.
José no se despegaba de ella y trataba de hacer lo posible para conseguir algo de dinero para comprar droga y lo mínimo de comida para no morir de hambre. Así de trágica la escena…

Creo que cuando uno ve algo así es imposible que no se reordenen algunas cosas en tu cabeza.
Me acuerdo que ese día llegue de noche a mi casa, con bastante frío, mojado, con hambre y los jeans y las zapatillas embarradas de la “canilla” hacia abajo. Tenía un nudo en la garganta y me costaba tragar…
Me saqué la ropa, me duché con agua bien caliente, me sequé y me volví a vestir.
Me senté al borde de la cama y no podía dejar de pensar en José y en Jessica. Pensaba en qué estarían haciendo a esa hora, habrán podido conseguir algo para comer? Estarán tomando un té o un café quizás?  Estarán fumando pasta base para poder capear el frío, el hambre y los dolores de Jessica?
La verdad es que no podía creer donde había estado hace algún rato, todavía no lograba digerir o entender las historias que escuché ese día y no sé por qué pero tuve un raro sentimiento de culpa… Culpa de poder bañarme con agua caliente, de tener un techo que me protegiera y comida en el refrigerador, de haber tenido en mi vida todas las oportunidades del mundo a mi disposición y no haberlas agradecido antes, de haber tenido una infancia feliz, una familia unida y protectora y los mejores amigos que uno puede pedir. Y pensaba que cualquiera de los niños que vi ese día, si hubiesen nacido con el mismo cariño, la misma educación y las mismas oportunidades que yo tuve, quizás hubiesen llegado mucho más lejos de lo que yo he llegado… y más culpable me sentía…

Nunca había vivido tan de cerca la injusticia, la miseria, el abandono y la desesperanza.
Creo que me hizo bien. Me obligó a pensar, me obligó a reflexionar, me obligó a modificar mi escala de prioridades y a no complicarme tanto por tonteras que en verdad no tienen ninguna importancia.
Desde ese 23 de mayo del 2010, cada vez que me complico, me enojo o me pongo a alegar por algún tema trivial, trato de acordarme de José y de Jessica… Y me siento estúpido, mal agradecido y culpable...
Me trago mis palabras, esbozo una sonrisa y continúo  como si nada hubiera pasado...


D.M.P

3 comentarios:

  1. Maravilloso tu relato. Te juro que me hiciste llorar y pensar.

    Andrea S.

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  2. Fuerte realidad. Buenísimas las fotos.
    Gracias por compartir la experiencia.

    I.H

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  3. Te felicito. Logras traspasar las amargas sensaciones que viviste.
    Un abrazo, Rodrigo Guendelman

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